Por rídiculo que parezca siempre se me pasa por la cabeza la necesidad de justificar mi interés por la guerra fría. No sabría muy bien definirlo ni concretarlo, aunque quizá la respuesta más simple y aproximada sea que fue un periodo de la historia del que fui contemporaneo. Y es curioso constatar que que tal afirmación no es extensible ya a todo el mundo. Desconozco el porcentaje de población mundial que se encuentra por debajo de los 21 años. Pero si las cosas siguen siendo como hace poco los más jovenes superan ampliamente el 50% por mucho que en nuestras otrora prosperas sociedades no ocurra nada similar.
Viejuno, vaya que sí, o el abuelo contando batallitas se podía reprocharme. Y realmente mi recuerdo de mis años de «guerra fría» no son mis peores recuerdos. Coincide con la niñez y la adolescencia. Momentos de juegos de mesa, y después los primeros kalimotxos y las primeras frustraciones del amor. Nada que ver con lo que puede recordar alguien que haya nacido en Vietnam, Afganistan o Congo, por decir sólo 3 países. Lo que me cuesta más es precisar en que momento me di cuenta de que estaba inmerso en una guerra fría, o mejor dicho que vivía en un mundo que se disputaban dos superpotencias y a la vez amenazaban con extinguir.
Supongo que ver los telediarios, con la retahila de guerras, como la que enfrentaba a Iran con Irak, atentados, como el que le costo la vida a Sadat, de golpes de estado y juntas militares como la de Argentina, del hambre en África, de desfiles militares en la plaza roja de Moscú, de noticias de cumbres de desarme en Ginebra fue lo que me preparó lo suficiente para entender a Mafalda.
Descubrí a Mafalda allá por el 82. , el celebre perso
naje de Quino, en casa de mis abuelos, también allí vivián mis tíos, que eran realmente jovenes y los verdaderos culpables de que llegara a leer a Mafalda. Era muy joven y no entendí seguro más que una pequeña porción de todos los chistes. Ni siquiera aprecie todo el sentido de su mordacidad. Pero si que se me quedo grabada en la memoria la imagen del mundo enfermo al que asistía Mafalda. Y su temor por los chinos, por los yankis y por los soviets (también su amor por los beattles y su repugnancia por la sopa, pero eso no forma tanto parte de la historia de la Guerra Fría). Mafalda no estaba pensado para ser leído por niños, pero el hecho de ser un comic y sus protagonistas unos niños supongo que hicieron que no me desanimara.
Es muy probable que fuera Mafalda la que me hiciera tomar conciencia de que el mundo no funcionaba bien, aunque solo más tarde me diera cuenta claramente de lo que no funcionaba era «La Guerra Fría». El mundo de Mafalda es el mismo mundo que el mio, un mundo que ya no existe probablemente. Un mundo donde donde las clases medias empiezan a acceder a los bienes de la globalización. No sólo noticias internacionales se consumen en el hogar de Mafalda. También irrumpen los beattles, y la televisión con sus westerns y culebrones, y las vacaciones de verano. Una prosperidad de esas clases medias que en Argentina parece que resultó efímera y que aquí vamos por parecido camino.
No estoy muy seguro si el personaje de Mafalda puede resultar atractivo hoy en día para los menores de 20 años. Los periódicos hablan de otros temas. Ya no son ni la crisis del petroleo, ni la superpoblación,ni el pacto de varsovia, ni el armaggedon nuclear lo que nos da miedo. También la noción de progreso, de avance hacía el futuro se ha visto condicionada. Mafalda tenía miedo de ese futuro inmediato, como Samantha Smith veía un mundo abocado al desastre y pone el dedo en denunciar a los culpables. Nosotros, al menos en el primer mundo, seguimos actuando conforme al dictado de Francis Fukuyama y el final de la historia, nada nuevo es posible ya, solo queda penar aceptar resignadamente este mundo y esperar que todo se arregle solo cuando vayan mal dadas y soñar que será así siempre cuando vengan bien dadas.
De cualquier modo leer a Mafalda casi siempre es recomendable, quizá por saturación pero yo tuve una etapa de cierto aborrecimiento quizá por saturación. Muchas de sus historietas tienen un valor universal, y es muy probable que aún 40 años después de su ultima aparción sigan vigentes. Otras en cambio serviran para entender un poco, o quizá mejor dicho, apreciar algunas de las cosas que han cambiado desde 1991 hasta hoy en nuestro mundo. Es una lectura complentaria que sirve para disfrutar un poquito más del Twilight Struggle.
Por cierto de las pocas referencias que Mafalda hace a los juegos de mesa está el ajedrez. Supongo que una partida al TS entre Mafalda y Libertad sería algo grande.
Una última cuestión, el juego Twilight Struggle tiene muy pocas cartas dedicadas a los aspectos culturales de la Guerra Fría, quizá la única carta sea Flower Power. quizá mafalda sea el personaje real o imaginario, junto a Fidel Castro y el Che Guevara, que más se merezca una carta en el juego en su edición en castellano.