Nota del administrador; Hoy La Carta China está de doble enhorabuena, por un lado da la bievenida a un nuevo colaborador, Raulo, que se pasara por aquí de cuando en cuando, y por otro, la entrada que a escrito para estrenarse es ni más ni menos que el legendario encuentro entre los dos monstruos del ajedrez del momento Spasski y Fischer. Parece mentira que un acontecimiento como este no esté en juego como el Twilight Struggle. Seguro que no fue determinante en el curso de la Guerra Fria. Pero nunca un juego de mesa ha despertado tanto atención y expectación como lo hizo el ajedrez. Y sin el contexto de la Guerra Fría no habría sido posible. Pero no me enrrollo más y os dejo con la estupenda entrada de Raulo.
La guerra fría fue una autentica guerra sin cuartel durante más de 40 años aunque ninguna bala fue disparada al bando contrario. Pero la batalla política, la estrategia de aliados, los acuerdos económicos, la carrera nuclear, la lucha ideológica, la conquista del espacio y los golpes de estado y/o las guerras en terceros países, la convirtieron en la guerra psicológico social más larga del siglo XX.
La pugna de ambas potencias por dar al resto del mundo la mejor imagen cultural, tecnológica, económica y social llegó a cotas que superaron cualquier límite establecido previamente. Cualquier bando se vanagloriaba de tener los mejores militares, los mejores científicos o incluso, como bien sabe Lev, los mejores bailarines. Y es que la supremacía cultural tenía un impacto psicológico mundial detrás del cual siempre se escondía la victoria del sistema político que daba lugar a esa supremacía. Y sin duda, una de las luchas culturales más importantes y psicológicas durante toda la guerra fría fue la disputa del campeonato del mundo de ajedrez durante los años 60 y 70.
El ajedrez, el juego de juegos, la guerra entre dos mentes, o quizás entre dos superpotencias 🙂 donde la suerte simplemente no existe y solo cabe la táctica, la estrategia y sobre todo la inteligencia. El juego más estratégico jamás concebido por el hombre tuvo un abrumador dominio soviético durante toda la guerra fría desde 1948 hasta los principios del siglo XXI. Los maestros Botvinnik, Smyslov, Tal, Petrosian, Spassky o Karpov, entre otros dominaron el circuito internacional aplastando a cualquier rival extranjero, incluso llegando a jugar las finales y semifinales únicamente jugadores rusos. En el famoso libro «El código moral del creador del Comunismo», que cada miembro del Partido Socialista o cónsul, debía conocer y aplicar, se puede leer: «Nuestro objetivo es educar a los ajedrecistas hacia la conciencia comunista, el amor al trabajo y la disciplina y lealtad para el bien de la sociedad».
La supremacía soviética en el ajedrez que tenía su base en el minucioso estudio de posiciones de juego y en la inmensa infraestructura de escuelas y centros que reunió a millones de jugadores, tuvo una excepción en la polémica y anticomunista figura americana de Bobby Fischer.
Robert James Fischer (1943-2008) fue un genio, un prodigio del ajedrez moderno que aprendió las reglas en el cartón de una caja de cereales que regalaba el juego y que con solo 13 años ganó una partida al vigente campeón americano. Pero no, no vamos a contar la cantidad de records y estadísticas, imbatidas todavía hoy, que dejó la mente con un coeficiente intelectual superior al de Einstein: 180. Tampoco abriremos el estéril debate sobre si fue (o hubiera sido) el mejor jugador de todos los tiempos, puesto que se retiró cuando solo había ganado un título mundial. Pero si hablaremos de como, ya desde 1958, los políticos estadounidenses vieron en el al caballo de Troya con el que derrotar al ejercito ajedrecístico soviético y como la misma presión de la guerra fría desembocó en un odio a su propia patria y un retiro agridulce para todos los amantes del juego.
Año 1958. Con solo 15 años, un pequeño chico de Illinois, conquista el campeonato nacional de E.E.U.U. y tras el torneo InterZonal, cuando nadie daba un duro por él, se convierte en el ajedrecista más joven de la historia en luchar por el Torneo de Candidatos contra el todopoderoso Telón de Acero. El Gran Maestro ruso Yuri Averbakh dijo después empatar con el: «a pesar de su niñez ha demostrado cálculos precisos y recursos diabólicos».
La prensa nacional le veía como un icono y su foto se mostraba en las revistas y periódicos de todos los estados. A partir de aquí su nombre comenzó a tener más relevancia y a empezar a preocupar a la potencia soviética. Sí, es cierto: Un niño de 15 años amenazando la imbatibilidad soviética del ajedrez.
Las autoridades norteamericanas intentaron también que participara en las Olimpiadas de Múnich del mismo año, pero Fischer se negó, ya que no le ofrecieron ser el cabeza de serie, puesto que le correspondía como campeón nacional. La compleja personalidad de Fischer chocó, como veremos, muy a menudo con las disposiciones políticas de su época.
Durante los siguientes cuatro años se convirtió en el jugador no soviético más fuerte, quedando quinto en el Torneo de Candidatos del 1959 (tras 4 rusos) y ganando el Interzonal de Estocolmo en 1962 que llevaba 14 años siendo de dominio rojo. Pero fue la victoria en 1961 sobre el vigente campeón mundial ruso, Mikhail Tal, en un torneo menor, lo que la prensa norteamericana necesitaba para elevarle a la categoría de héroe. La creación de escuelas de ajedrez se multiplicó por todo E.E.U.U. y la imagen y popularidad de Fischer sobrepasó las fronteras americanas, para colonizar medio mundo.
Entonces el Kremlin, decidió jugar sucio. Después de todo, esto seguía siendo una guerra.
El Torneo de Candidatos de 1962 era el paso previo a la conquista del campeonato del mundo y el sistema de clasificación consistía en un modo liguilla todos contra todos (round robin). La KGB dio órdenes especificas a sus tres mejores jugadores para que pactasen tablas en sus seis partidas, de esta manera podían dedicar más tiempo a estudiar a sus otros oponentes y se aseguraban más opciones de victoria. La estrategia rusa funcionó a la perfección y estos tres jugadores coparon los tres primeros puestos, dejando cuarto a Fischer y sin posibilidad del título mundial. El americano, que tampoco mostró su mejor juego, denunció los hechos (las partidas de tablas fueron realmente infantiles y muchos años más tarde se admitió oficiosamente la irregularidad) pero solo consiguió que la organización cambiase el sistema de rondas por eliminatorias directas para los próximos torneos. Y para mayor alegría soviética, Fischer, debido a su difícil carácter, decidió no participar en el siguiente circuito internacional ni en las próximas olimpiadas y se dedicó a torneos menores durante gran parte de la década.
El dominio del ajedrez ruso era tan aplastante que organizaron un encuentro URSS vs Resto del Mundo en 1970 y aunque ganaron el torneo volvieron a temer al jugador americano, puesto que Fischer venció 3-1 en cuatro partidas al subcampeón mundial soviético, Tigran Petrosian. Y es que este Fischer, mucho más maduro que el anterior adolescente, iba a protagonizar la caída del imperio ajedrecístico rojo. Más alarmante aún fue para el Kremlin cuando, ese mismo año, Bobby arrolló en el encuentro de Rovinj-Zagreb a los mejores jugadores rusos, a excepción del campeón del mundo Boris Spassky que no participaba.
«Curiosamente» la federación internacional de ajedrez y su presidente Max Euwe relajaron la normativa de presentación al campeonato mundial permitiendo tres candidatos por país, lo que provocó una gran ira soviética. La repentina vuelta de Fischer a los grandes torneos y su increíble proyección, determinó que las altas instancias del ajedrez americano sugiriesen a Pal Benko que le cediese el puesto como tercer jugador estadounidense en el InterZonal de Palma de Mallorca que daba acceso al circuito del campeonato mundial. Esta decisión fue sin duda determinante, pues Fischer volvió a ganar con extraordinaria contundencia terminando con 7 victorias consecutivas.
EL Torneo de Candidatos de 1971 era el siguiente paso y las siguientes victimas en ser vapuleadas por respectivos 6-0 fueron el ruso Mark Taimanov y el danés Bert Larsen. La escandalosa derrota soviética resultó demasiado dolorosa y Taimanov fue castigado a trabajar sin salario y a no salir de la patria durante un gran tiempo. Por supuesto, la falsa versión oficial rusa para el castigo fue la compra de un libro de Aleksandr Solzhenitsyn, autor soviético desterrado, prohibido y censurado. El siguiente y único rival antes del título mundial fue el ex-campeón del mundo Petrosian contra el que finalizó su racha de 20 victorias consecutivas en un circuito mundial, algo inaudito, histórico e irrepetible en un deporte, donde a tan alto nivel, las tablas son el resultado más común. Fischer derrotó a Petrosian por 4 puntos de diferencia, ganando a así el Torneo de Candidatos, para disputar en 1972 el Campeonato del Mundo en Reykjavik contra el soviético Boris Spassky.
«La partida del siglo» fue el nombre con la que toda la prensa internacional bautizó el choque. La expectación causada fue tan grande que tuvo un despliegue de medios sin precedentes, en torneos anteriores. No en vano, en plena guerra fría, la lucha entre el comunismo y el capitalismo nunca se había llevado tan lejos en un tablero de ajedrez.
«En estos momentos de confrontaciones mundiales que se deben a sistemas ideológicos muy diferentes, el ajedrez puede y es capaz de aglutinar a gentes de países con sistemas políticos diferentes”
Esta frase, pronunciada por Ernesto “Che” Guevara, revolucionario y gran amante de este juego, nunca tuvo más significado como el 11 de julio de 1972, en la fría y lejana Reykjavik, en Islandia.
Sin embargo, el campeonato estuvo cerca de no disputarse puesto Fischer exigió que se doblase el premio y parte de los derechos televisivos. No acudió a la ceremonia de inauguración, y solo tras aumentarse los premios y las llamadas persuasivas del presidente Max Euwe y del mismísimo Henry Kissinger, Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Richard Nixon, accedió a participar.
Las expectativas soviéticas eran optimistas, puesto que Fischer nunca había ganado anteriormente a Spassky y además porque los mejores ajedrecistas rusos serían asesores y ayudantes de Spassky durante el evento. La planificación meticulosa de aperturas, finales y estudio de las partidas del rival se realizó con absoluto rigor, y fue muy superior a la preparación americana del torneo. Fischer no lucharía contra un único rival, sino contra la elite del ajedrez ruso en cada partida. Y es que Spassky, a diferencia de su adversario, no luchaba solo por el título sino por la ideología socialista y su modelo de gobierno.
El torneo comienzo bien para los rusos: Fischer perdió la primera partida por un error infantil cuando el juego estaba destinado a tablas. Y además en la segunda partida no se presentó debido a que solicitó jugar sin cámaras y perdió por incomparecencia. 2-0. Todo el mundo predijo entonces una clara victoria soviética e incluso se especuló con un abandono inminente del americano.
Pero no fue así. Posiblemente otra llamada de Kissinger influyó en su decisión. Fischer se presentó a la tercera partida pero con la anterior condición: Las cámaras deberían retirarse pues no permitían concentrarse al jugador. Spassky permitió la condición pues quería ganar a Fischer en el tablero, aunque estas decisiones le costasen muchos problemas en el futuro con su gobierno, que hubiera preferido una rápida descalificación de Bobby. De hecho, Boris Spassky desertó en 1976 y se hizo ciudadano francés.
A partir de esta tercera partida Fischer desplegó su mejor juego, con una capacidad combinatoria sobrenatural. Utilizó aperturas raras que jamás o casi nunca había usado, anulando los estudios rusos de su juego anterior. Ganó siete partidas y solo volvió a perder una vez en todo el campeonato. De hecho, se convirtió en Campeón del Mundo mientras dormía tranquilamente en su habitación, puesto que el equipo ruso había solicitado aplazamiento por problemas de salud. (se podía solicitar a partir del movimiento 40 de la partida y solo 3 veces en todo el torneo). Es decir, ganó la partida durmiendo, mientras la elite del ajedrez ruso intentaba resolver cual era el mejor movimiento 41. Finalmente dedujeron que era rendirse.
Bobby Fischer fue recibido como un héroe en EEUU tras su triunfo en Islandia. La prensa le agasajó, le llovieron contratos de publicidad millonarios, que rechazó todos, y fue entrevistado en las mejores televisiones de E.E.U.U. e incluso fue recibido por el mismo presidente Richard Nixon.
La federación americana de ajedrez dobló su número de socios y las ventas del juego también se multiplicaron. Varios famosos, ricos, cantantes y actores, pagaron sumas millonarias por recibir lecciones del ídolo. Tras unos meses en los que aseguró no poder soportar por más tiempo a «tanto buitre», el campeón realizó su jugada más sorprendente: Simplemente desapareció.
Permaneció sin jugar ninguna partida hasta que en 1975 se le reclamó para defender el título ante Karpov, un nuevo aspirante soviético que había desbancado al grupo de antiguos jugadores rojos. Fischer, en una más de sus excentricidades, solicitó unas condiciones de juego bastante injustas para el aspirante (no solo perdía en caso de empate sino que debería ganar por 2 puntos o más) y la federación se negó a aceptarlas, proclamando vencedor a Karpov. Esta vez ninguna llamada ni mediación pudo hacer nada. El reinado americano del ajedrez solo duró tres años y desde su desaparición Fischer no había jugado ninguna partida oficial más.
En 1992 Fischer reapareció en Yugoslavia para jugar lo que llamó la «Partida de revancha del campeonato del mundo» de nuevo contra Spassky, puesto que él seguía manteniendo que el poseía el título. Sin embargo, un embargo de Naciones Unidas prohibía ciertos eventos deportivos lucrativos en la región y el Departamento del Tesoro de E.E.U.U. determinó que había infringido una orden directa del Presidente George W. Bush y se podía enfrentar a 10 años de cárcel si continuaba el evento. La respuesta de Fischer fue seguir el torneo y embolsarse como vencedor una gran cantidad de dólares. A partir de entonces, el gobierno de E.E.U.U. decretó una orden internacional de arresto contra él y nunca más pudo volver a su país natal. La relación de odio entre Fischer y el gobierno americano no terminaría nunca y siempre era avivada por el propio jugador con declaraciones como esta:
» Nadie le ha dado a EEUU lo que yo, y mirad cómo me lo han pagado, robándome y obligándome a permanecer en Japón»
Fischer vivió como un emigrante en varios países, y si alguna vez existió alguna posibilidad de que los agravios del ídolo caído fueran perdonados, el propio jugador se encargó de dinamitarla cuando aplaudió los atentados del 11-S.
Finalmente murió en 2008 por una enfermedad renal, a la que se negó ser tratado, con 64 años (el mismo número de escaques que el tablero de ajedrez) y en la misma ciudad donde se coronó campeón del mundo.
Existe otra gran historia de los años 90 que cuenta el triunfo del capitalismo de una multinacional americana sobre otro jugador de ajedrez soviético. En ella, la gran corporación reta al jugador contra su mega-ordenador. Después de varias sutiles trampas, que no se conocerían hasta años después con la llegada de un software doméstico mucho más potente, la máquina (y un ejército oculto de ajedrecistas a sueldo) vence al jugador ruso y la corporación americana cotiza en bolsa ese año más dinero que en toda su historia. Es solo un ejemplo del capitalismo Post-Guerra Fría y por tanto no pertenece a nuestro blog, pero quizá la contemos en alguna otra ocasión 😛